Historia


San Ignacio de Loyola
La primera etapa, la fundante, se inaugura con el esfuerzo de Ignacio de Loyola por buscar compañeros con los cuales compartir una experiencia personal y particular del seguimiento de Jesús. Ignacio, a su regreso de Tierra Santa, busca compañeros de camino. Lo que está descubriendo en su interior requiere de ser compartido, tanto por una necesidad plenamente humana de compañía como por compartir algo sumamente valioso; tan valioso que por naturaleza requiere ser difundido. Este llamado, descubierto por una gracia especial, lo lleva a formar en París y básicamente con sus condiscípulos de Universidad, los siete amigos del Señor.

Entre los historiadores de las CVX hay quién gusta señalar, dada la condición laical de Ignacio y de sus primeros amigos en este momento de su vida, que ésta es la primera CVX de la historia. Paralelamente a que se funda propiamente la Compañía de Jesús (1539-1540) la historia cuenta que los primeros compañeros de Ignacio promueven una gran cantidad de grupos laicales, llamadas “compañías”, que tiene como propósito ...”aprender el pensamiento cristiano y tratar todo lo que les pueda servir para este nuevo modo de vida. Se comprometen a comulgar cada quince días y hacen muchas obras en beneficio para los pobres, visitan hospitales y reconcilian disidentes”.

Una cuestión interesante de estas primeras compañías laicales en su carácter apostólico -se plantean servir a los demás-, que surge de la experiencia de los Ejercicios. Fabro y Laínez, del grupo de los primeros jesuitas, dan Ejercicios a los laicos y estos a su vez los reproducen a grupos de alrededor de 10 personas, formándose así una cadena de cientos de ejercitantes. Así pues, las características de estos primeros grupos de laicos ignacianos, podrían resumirse del siguiente modo:

  • Sólida formación espiritual mediante los ejercicios. 
  • Intensas obras sociales con enfermos y pobres. 
  • Oración y examen de conciencia diarios.
  • Vivir cristianamente las responsabilidades familiares, personales y sociales. 

Congregaciones Marianas
La segunda etapa que se inicia alrededor de 1556, en donde el jesuíta Juan Leunis recupera la experiencia de estas primeras compañías de laicos ignacianos, la sistematiza y comienza a estructurar lo que después se llamó el movimiento de las Congregaciones Marianas (CCMM). Nombre inspirado en el texto evangélico “si dos o tres están reunidos en mi nombre, ahí estoy en medio de ellos” (Mt. 18, 20). Reunión, conforme al latín “congregatio” y mariana por ser María la reina de la Compañía de Jesús. A partir de este momento la Congregaciones florecen entre los jóvenes estudiantes de los Colegios de la Compañía de Jesús. Su lema es “unir virtud con letras”, lo que simboliza el esfuerzo de integrar en un solo proceso el llamado de Dios a humanizar el mundo y la educación profesional.

Una característica importante es la relación respetuosa con la Compañía. No son una organización eclesial que dependa de la orden religiosa; aunque es evidente su liga estrecha con los jesuitas, inspiradores y maestros, tienen las Congregaciones su propio modo de organizarse y gobernarse y posee estatutos propios. A lo largo del siglo XVII las Congregaciones se extienden por África y América; en Europa constituyen un factor importante para la promoción de estructuras sociales democráticas y un elemento vital para el surgimiento posterior del catolicismo social. A pesar de la supresión oficial de la Compañía de Jesús en el siglo XVII, las Congregaciones siguieron su afán apostólico, la formación y el compromiso, incluso durante el siglo siguiente. Formalmente pasan a depender del clero secular y, en un fenómeno que no es exclusivo de ellas sino de la Iglesia en su conjunto, han tomando estructuras burocráticas y piramidales de organización, comienzan a centrarse en el culto más que en el apostolado y la participación del laico se pierde totalmente en función de la dirección fuerte de los sacerdotes.

Con toda seguridad la ausencia de asesoría jesuíta permitió este cambio de rumbo con respecto a los fines originales. Ya entrando el siglo XX el P. Ledochowsky, General de la Compañía, retoma las fuentes del movimiento y promueve una reestructuración profunda de las Congregaciones, de las cuales las CVX heredan el deseo originario de Ignacio.

Wlodimir Ledochowski
La tercera etapa, está caracterizada por una lucha ardua por ser fieles a la experiencia fundante lo que las obliga a responder de forma ignaciana a los retos del mundo de hoy. Una vez que el P. Ledochowsky convoca a los jesuitas que trabajan en las CCMM, que crea un secretariado central en Roma e impulsa una red de relación entre los grupos existentes en 1953, se funda oficialmente la Federación Mundial de Congregaciones Marianas. Sin embargo casi una década después, el Concilio Vaticano II comienza los aires renovadores en toda la Iglesia y promueve un cuestionamiento profundo de sus estructuras. Nuevas formas de vida, trabajo y compromiso nacen o se renuevan y entre ellas surgen las Comunidades de Vida Cristiana como una forma de expresión de esta Iglesia que quiere ser testimonio primero del Reino y que busca los medios mejores para regresar renovadamente a sus fines primeros: ser movimiento de los laicos que desean vivir cotidianamente los Ejercicios Espirituales de Ignacio. En 1971 Pablo VI aprueba oficialmente las CVX y desde entonces se suceden un conjunto de cambios importantes, como son la creación de los Principios Generales, la existencia de las CVX en más de sesenta países en los cinco continentes, reuniones mundiales cada cuatro años, la existencia de un equipo de servicio mundial, grupos de trabajo permanentes -compuestos por personas de varios países- un boletín de muy alta calidad como lo es “Progressio” y lo más importante: miles de laicos agrupados en las CVX trabajando en múltiples ambientes: sindicatos, misiones, universidades, en la familia, en la ONU, en grupos pacifistas, en la inserción con los pobres, con ancianos, enfermos, niños desprotegidos, en los negocios, en partidos políticos, en el trabajo intelectual y de otros muchos campos, con el único fin de aplicar los EE.EE. en la vida cotidiana, soportados por un proceso comunitario aplicado a las realidades concretas del lugar donde se vive.

FINALIDAD

En los Principios Generales (PPGG) de las CVX dice que nuestra comunidad está formada por cristianos que desean seguir más de cerca a Jesucristo y trabajar con El en la construcción del Reino, y que han reconocido en la CVX su particular vocación en la Iglesia (PPGG n.4): “Nuestro propósito es llegar a ser cristianos comprometidos, dando testimonio en la Iglesia y en la sociedad de los valores humanos y evangélicos esenciales para la dignidad de la persona, el bienestar de la familia y la integridad de la creación. Con particular urgencia sentimos la necesidad de trabajar por la justicia, con una opción preferencial por los pobres y un estilo de vida sencillo que exprese nuestra libertad y solidaridad con ellos. Para preparar más eficazmente a nuestros miembros para el testimonio y el servicio apostólico, especialmente en los ambientes cotidianos, reunimos en comunidad a personas que sienten una necesidad más apreminante de unir su vida humana en todas sus dimensiones con la plenitud de su fe cristiana según nuestro carisma. Como respuesta a la llamada que Cristo nos hace, tratamos de realizar esta unidad de vida desde dentro del mundo en que vivimos”.
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